Seguro que muchas de vosotras veis a vuestros pequeños reflejados, cuando os diga que construir y jugar con su propia cabaña es uno de los juegos preferidos de mis hijas. Y no es casualidad.
Todos los niños y niñas, descubren y crean sus pequeñas fortalezas y casas en las que jugar y esconderse para dar rienda suelta a su imaginación. Si tenemos a los pequeños aburridos en casa solo tendremos que dejar caer alguna manta por encima de la mesa o juntar dos sillas con un pañuelo por encima para que el juego esté servido.
Como siempre, son ellos los maestros, y los que progresivamente van haciendo sus construcciones más complejas. No os sabría decir cuándo empezó Valentina a construirse sus propias guardias. Pero lo que sí que sé es que hubo una época en la que cada día nos pedía que le ayudáramos a construir su cueva. Es un juego por lo tanto, que conlleva dos tiempos de juego: el de la construcción y creación de la casa y seguidamente, la del juego que se desarrolla en la misma.
¿Y por qué les gusta tanto jugar a construirse sus cabañas? Existe la teoría de que es algo que forma parte de nuestro ser más primitivo, aquel que construía fuertes para protegerse; y que con el paso del tiempo han ido siendo cada vez más sofisticados.
También hay quien sostiene que a medida que el niñ@ va siendo más independiente le gusta crearse sus espacios propios donde establecer sus propias normas y limitaciones. Un sitio dónde esconderse de los adultos y dejar volar su imaginación.
Sea como sea, estaréis conmigo en que es un juego que apasiona a los pequeños y que además ofrece multitud de beneficios a su imaginación, creatividad. Es por ello que hace ya un tiempo empezamos a buscar telas que permitieran construir a Valentina sus casas. Primero lo hacía con las mantas del sofá aunque eran pesadas y grandes y terminábamos haciéndolo nosotros por ella. Rápido vimos que las telas que más le gustaban y que mejor le iban para el juego eran los pañuelos de seda que teníamos guardados para las mesas de estación. Con ellos, no únicamente le servían para hacer sus casas si no también para hacerse vestidos, capas y cualquier accesorio con lo que convertirse en el personaje que tenía en la mente.

Y así fue como decidimos añadir, hace ya algunos meses, los pañuelos de seda a la habitación de juegos. Los pañuelos de seda los podéis encontrar en varias medidas en la tienda de Lora Lora. (La misma donde compramos todo lo necesario para las mesas de estación). La última adquisición que hicimos estas navidades fue un gran pañuelo de seda de los colores de arcoíris, y unas pinzas de madera ideales para ella pudiera hacer sus construcciones por sí sola.
Como veis, son dos elementos muy sencillos y básicos, materiales desestructurados, que ofrecen a los niños un universo de posibilidades: un restaurante, una casa de la que esconderse, un hotel, una escuela… Un espacio creado desde cero, con sus normas, con sus leyes, con nuevo vocabulario, relaciones, cuentos e historias. Pañuelos para vestirse, para ser hadas, caballeras, príncipes, panaderos, piratas… ¡el mejor disfraz!

Os invito a ofrecer a vuestros hijos este increíble material y a disfrutar observando cómo crean nuevos universos. Sin duda, es vivir un juego maravilloso a través de sus ojos. ¡Feliz juego!

Ostras Esther, qué casualidad, justo ayer buscaba por tus posts las pinzas, al final las encontré en una tienda de juguetes online y ya están de camino. Junto a un montón de telas, será el regalo de los yayos para el peque, que hace 3 años y ya montamos cabañas como podemos por todos sitios. Es un juego genial y nos encanta!!! Gracias por tus textos siempre tan acertados.